¿Sabes cuál es el momento que cambia la vida de una persona y hace un parte aguas cambiando su historia para siempre?.
En la Biblia desde el comienzo de Génesis vemos como Dios llama a individuos para cumplir sus propósitos. Dios llamó a Noé, también llamó Abraham, a Isaac, a José, a Moisés y a muchos más. Los eligió no porque fueran los mejores; de hecho la realidad dista mucho de esto.
Eran personas perfectamente imperfectas, como tu y como yo. Con manías, hábitos, costumbres, pecados, y un sinfín de cosas que no les acercaban a Dios, al contrario les alejaban (recordemos que Dios es Santo).
“Han, pues, de serme santos, porque yo YHWH el Señor soy santo, y los he apartado de los pueblos para que sean míos.” Lev 20:26
Pero en todos los casos es Dios quien ha dado el primer y el ultimo paso en su búsqueda y deseo de encontrarse con nosotros. Dándonos así, la oportunidad de regresar a Él y que todo vuelva a ser como en el principio. Como en el Génesis antes del pecado, cuando nosotros podíamos caminar a Su lado, platicar con Él, donde sólo Él era nuestro Dios y todo era perfecto.
No obedecemos a Dios porque TENEMOS que hacerlo. Obedecemos a Dios porque no hay otra manera de responder a Su infinito amor y perdón. Porque nos eligió y nos limpio. Nos dió a su Hijo para lavar nuestros pecados y nos dejo el camino (lo escrito de Génesis a Apocalipsis) que debemos seguir para “no pecar más”.
En ese sentido la obediencia no es una carga, la obediencia es una respuesta de amor al Padre que ha dado todo por mi y por ti. Los Diez Mandamientos nos fueron dados en forma singular, no en plural: “Yo soy el Señor tu (singular) Dios” – para enfatizar que cada uno de nosotros debe escuchar el mensaje y recibirlo para sí mismos. Cuando leemos y entendemos “Yo soy el Señor tu Dios” es el punto de partida de toda la Torá/Ley es el primer mandamiento, y el fundamento para todo lo que le sigue.
El quiere ser “YO SOY” para tí – Yo Soy tu Dios que te saca de la esclavitud de tus miedos. Cuando recibimos la instrucción de la Torá/Ley de “Yo soy el Señor tu Dios,” te vuelves un hijo de la promesa eterna, e incluso si el cielo y la tierra deben derretirse con el calor ferviente, nada puede evitar que el Padre celestial cuide de tí (Rom 8: 31-39). El perfecto amor (de Dios) echa fuera el temor. Permanece en el amor de Dios; hazlo tuyo. Amar a Dios es el principio y fin de toda realidad.
Uno de los momentos más sublimes de la Escritura, es cuando Dios deja ser el Dios de alguien más y se hace un Dios personal. El momento que cambiará tu vida para siempre es el momento en el que Dios deje de ser el Dios de tus padres, de tu amigo, de tu abuelita y se vuelva TU DIOS. Cuando Él se vuelve el principio y el fin de tu realidad.
“Estableceré mi pacto contigo y con tus descendientes. Será un pacto perpetuo, y yo seré TU DIOS y el de tu descendencia.” Gén 17:7
¿Este día le estas mostrando a Dios tu amor a través de tu obediencia?, ¿Estás permitiendo que Él sea tu Dios? Que el Padre nos encuentre buscando amarle más y más cada día.