Bendice alma mía al Señor y no olvides

Bendice al Señor, alma mía

“Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.” — Salmo 103:2

David le habla a su propia alma-mente-emociones como a un amigo terco: “Bendice al Señor… no te olvides”. ¿Por qué? Porque sabe lo fácil que es olvidar lo que Dios hace todos los días y ha hecho en el pasado. Comúnmente recordamos a detalle nuestras decepciones, lo que no es o no fue como quisiéramos, e inmediatamente olvidamos la fidelidad de Dios. Amigos, cuando nos falla la memoria, la gratitud se va con ella.

En el Salmo 103 vemos a David sacando sus memorias a la luz: ha recibido perdón, sanidad, rescate, amor sin medida, misericordia diaria, compasión y mucha, mucha paciencia. Trae a memoria las pruebas de la bondad de Dios hasta que su corazón ya no puede callar. Eso es lo que hace la gratitud: trae a memoria las misericordias de Dios hasta que “gracias” se convierte en la respuesta natural. Es por esto mismo que la queja y la gratitud no pueden convivir, se repelen. ¿Qué es lo que más sale de tu boca?

Al inicio y al final de cada día, al acostarte y al levantarte, la oración más importante no es la más elaborada, ni la más larga. Es la más honesta. Cuando de verdad ves lo que Dios ha hecho por ti por medio de Yeshua —tus pecados perdonados, tus faltas y carencias cubiertas, tu propósito y futuro asegurados, tu presente sostenido por Su mano—, entonces la oración más profunda y honesta en nuestra vida viene de manera natural: “Padre Gracias”.

– AndrésZP

Hazte las siguientes preguntas:

  • ¿Qué ha hecho Dios por ti que has olvidado?
  • ¿Qué dones, misericordias, protecciones y provisiones necesitas recordar hoy?
  • ¿Hay alguien en casa o en la kehila con quien estés compartiendo estas razones de gratitud?
Oramos:

“Padre ayúdame a recordar. Trae a mi memoria tu amor y fidelidad. Haz que mi vida entera sea una alabanza llena de gratitud. Enséñame a bendecirte y a no olvidar ninguno de los beneficios que he recibido. Amén.”

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