La Perla Negra

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Es bueno alabar y adorar a Dios cuando las cosas a nuestro alrededor van bien y tenemos razones de sobra para estar agradecidos. ¿Pero qué de el día que en casa hubo aspereza, que en el trabajo no nos fue bien, que el coche se descompuso o nos llegó un cobro más alto de lo que esperábamos? Aquel día en que un ser querido se apartó de nuestras vidas -sea que murió o que abandonó la relación con nosotros.

¿Sentimos un torrente incontenible de alabanzas y gratitud a Dios? Generalmente no sentimos tantas ganas de estar agradecidos, ¿me equivoco? Aunque la verdad debiéramos estar agradecidos porque  algo increíble se forma en nosotros cuando soportamos estas dificultades sin perder nuestra confianza y alabanzas para Dios.

Una de las gemas más valiosas y raras de la naturaleza son las perlas negras de Tahití. Se forman cuando un cuerpo extraño como un grano de arena penetra al interior del cuerpo de una ostra, la cual reacciona cubriendo lentamente la partícula con una sustancia conocida como nácar. Al cabo de un período de 2 a 3 años la partícula termina cubierta por capas de nácar formando una perla. Las perlas negras son únicas, de brillo intenso y alcanzan los 13 mm algunas llegando a costar hasta 37 mil dólares.

Cuando tomas uno de esos problemas o situaciones y lo envuelves en un corazón lleno de gratitud a Dios y una y otra vez le alabas a través de esos momentos difíciles e incómodos, lo que producirá en ti es paciencia y una alabanza verdadera de incalculable valor. Créeme, a cualquier padre se le derrite el corazón cuando sus hijos hacen su mejor esfuerzo por agradarle en medio de sus carencias o dificultades. ¿Quieres regalarle a Dios una perla negra? Entrégale tu corazón y alábale aún en esos días en que no “sientas ganas” de hacerlo, tendrás toda su atención.
Lectura: Santiago 1:2-12